“Revista Romería del
Rocío”, del año 1.935, por Manuel Siurot.
Si siguen las cosas así antes de
poco toda España será rociera; ¡gracias a Dios! Córdoba, Hinojos y Bonares son
Hermandades nuevas este año. A mí, que voy al Rocío desde niño, esta marea
creciente de la devoción a la Virgen y esta exaltación de los pueblos hacia la
gran Romería me llena de gozo. Saludo cariñoso a los nuevos hermanos.
El crecimiento de la multitud que
asiste cada vez más numerosa e imponente al Rocío, me sugiere la necesidad de
decir a la masa inmensa que allí se reúne que es preciso que todos sean fieles
guardadores de las costumbres rocieras, siendo cada uno un campeón de la pureza
de la fiesta. El Rocío tiene que ser siempre el Rocío. Si lo hiciéramos
degenerar, la Virgen nos echaría de allí. Como la muchedumbre de romeros crece
de un modo increíble, hay que procurar por cuantos medios están al alcance de
cada uno que la cantidad no perjudique de ninguna manera a la calidad de la
fiesta. El año pasado hubo en la Romería más de treinta mil personas y aquello
fue todo clásico, todo puro. Este año será cincuenta mil, y ocurrirá lo mismo,
para lo cual se recomienda a todos los rocieros de las cuatro provincias,
Huelva, Sevilla, Cádiz y Córdoba, la consideración de los siguientes principios
en que se funda la parte que pudiéramos llamar externa de nuestra Romería:
Primero. En el Rocío no se bailan
más que sevillanas. El que intente siquiera bailar el agarrado será visto como
un mal rociero y fracasará en su empeño. La Blanca Paloma no quiere que en su
fiesta el hombre toque a la mujer con las manos. Las sevillanas o seguidillas
son un monumento de la gracia, de la alegría y de la limpia honestidad. Ese el
baile que la Virgen quiere allí.
Segundo. Recuerden todos que el Rocío no es una juerga, sino una Romería popular, alegre y honesta. Las mujeres de juerga no caben allí. No deben, no pueden ir; no lo intentarán; no lo intentaron nunca.
Segundo. Recuerden todos que el Rocío no es una juerga, sino una Romería popular, alegre y honesta. Las mujeres de juerga no caben allí. No deben, no pueden ir; no lo intentarán; no lo intentaron nunca.
Tercero. La porción más
importante de la gran masa rociera la constituyen las familias. Es, pues, de
desear que se siga extendiendo ese espíritu de fraternal convivencia, según el
cual todos se desviven por obsequiar a los demás. No cabe duda que el
sentimiento generoso y fraterno del Rocío es una nota que debe, no sólo
conservarse, sino ampliarse con cariño. En el Rocío los hombres son más
hermanos de los hombres.
He querido hacer estas
indicaciones, no porque abrigue el más leve temor de que pierda carácter la
Romería, sino para proclamar los principios rocieros ante las grandes multitudes
que han de ir este año.
¡Viva la Virgen del Rocío! – M.
SIUROT